24 de November de 2024 New York

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Impacto de temperaturas extremas en la infancia: riesgos para el desarrollo cerebral

Redacción

España.- La exposición a temperaturas extremas de frío y calor durante los primeros años de vida, una realidad más común entre los niños de clases desfavorecidas, puede tener efectos adversos en el desarrollo de la materia blanca del cerebro, responsable del intercambio de información y la comunicación entre diferentes áreas del mismo. Este hallazgo proviene de un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), en colaboración con el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell), el Erasmus University Medical Center Rotterdam (ERASMUS MC) y el Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER).

El estudio, que se publicó en la revista Nature Climate Change, involucró a más de 2,600 preadolescentes neerlandeses del Estudio Generación R de Rotterdam, y reveló la vulnerabilidad de los niños y fetos expuestos a temperaturas extremas, una situación agravada por la actual emergencia climática y la crisis energética que afecta a las familias más vulnerables. «La exposición al frío y al calor puede afectar el bienestar mental y el rendimiento cognitivo en menores, pero faltan estudios que evalúen los posibles cambios en la estructura cerebral como resultado de estas exposiciones», explicó Mònica Guxens, investigadora de ISGlobal, Erasmus MC y CIBERESP.

Mediante resonancias magnéticas (IRM) realizadas entre los nueve y doce años de edad, el equipo analizó la estructura de la sustancia blanca del cerebro para identificar periodos de susceptibilidad a la exposición a temperaturas extremas en los primeros años de vida. Los resultados mostraron que la exposición al frío durante el embarazo y el primer año de vida, así como la exposición al calor desde el nacimiento hasta los tres años, se asociaron con una mayor difusividad media en la preadolescencia, lo que indica una maduración más lenta de la sustancia blanca. Este parámetro ha sido previamente relacionado con una peor función cognitiva y determinados problemas de salud mental, según Laura Granés, investigadora del IDIBELL e ISGlobal y primera autora del estudio.

Sin embargo, no se encontró ninguna asociación entre la exposición a la temperatura en los primeros años de vida y la anisotropía fraccional entre los nueve y los doce años, lo que sugiere que la difusividad media podría ser un indicador más sólido de la maduración de la sustancia blanca. Además, el análisis estratificado por condiciones socioeconómicas reveló que los niños de barrios más pobres eran más vulnerables a los efectos del frío y el calor, posiblemente debido a las condiciones de vivienda y la pobreza energética.

El estudio también sugiere que otros posibles mecanismos a través de los cuales la temperatura ambiente podría afectar el neurodesarrollo incluyen una peor calidad del sueño, alteraciones en las funciones placentarias, activación del eje hormonal que aumenta la producción de cortisol y procesos inflamatorios. Estos hallazgos subrayan la importancia de abordar las desigualdades socioeconómicas y los efectos del cambio climático para proteger el desarrollo cerebral de los niños.

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