22 de November de 2024 New York

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La genética podría ser la clave de la quisquillosidad alimentaria en los niños, revela estudio

Un reciente estudio ha arrojado luz sobre uno de los mayores retos para padres y cuidadores: la quisquillosidad alimentaria en los niños. Según la investigación realizada por expertos de la University College de Londres (UCL), las diferencias individuales en la disposición de los niños a probar nuevos alimentos están, en gran medida, determinadas por sus genes. Los hallazgos, publicados en el Journal of Child Psychology and Psychiatry, sugieren que la genética juega un papel crucial en el comportamiento alimentario infantil, lo que podría cambiar la percepción de los padres sobre este tema.

El estudio, liderado por la investigadora Zeynep Nas, examinó a 2.400 pares de gemelos idénticos y mellizos para entender mejor las causas detrás de la quisquillosidad alimentaria. Los resultados indicaron que los gemelos idénticos, que comparten el 100 % de su material genético, tenían patrones alimentarios mucho más similares entre sí que los mellizos, que comparten aproximadamente el 50 %. Esto sugiere que los factores genéticos son más determinantes en cómo los niños reaccionan ante nuevos alimentos.

Sin embargo, los investigadores también destacaron que la influencia ambiental, especialmente en la primera infancia, es clave. Ofrecer una mayor variedad de alimentos y crear un ambiente positivo para la alimentación puede ser efectivo para ampliar las preferencias alimentarias en los primeros años de vida. Aunque la tendencia a ser quisquilloso con la comida puede persistir hasta la adolescencia, el estudio descubrió que las intervenciones tempranas pueden ayudar a mitigar este comportamiento.

«Esperamos que estos hallazgos alivien el sentido de culpa de muchos padres, quienes a menudo se sienten frustrados o ansiosos por las dificultades alimentarias de sus hijos», señaló Nas. Según la investigadora, la genética juega un papel importante, pero eso no significa que no haya formas de influir positivamente en los hábitos alimenticios de los niños.

El estudio encontró que la selectividad alimentaria puede alcanzar su punto máximo alrededor de los siete años, pero tiende a disminuir gradualmente con el tiempo. Estos resultados sugieren que, aunque la genética tiene una fuerte influencia en la alimentación, las estrategias para diversificar la dieta durante la infancia pueden ser útiles y generar cambios a largo plazo.

Este hallazgo ofrece una nueva perspectiva sobre el manejo de la alimentación infantil y abre la puerta a futuras investigaciones para comprender mejor cómo interactúan los factores genéticos y ambientales en la formación de hábitos alimentarios.

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