El Vaticano vivió una jornada de profundo recogimiento este miércoles al conmemorar el vigésimo aniversario de la muerte de Juan Pablo II con una solemne misa en la Basílica de San Pedro. La ceremonia estuvo presidida por el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y contó con la presencia de destacadas figuras políticas, entre ellas la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y una delegación de Polonia, país natal del pontífice fallecido.
Sin embargo, la ausencia del papa Francisco, quien se encuentra convaleciente en su residencia, marcó la ceremonia. En su lugar, Parolin destacó la incansable labor del santo polaco en la defensa de la justicia, la dignidad humana y la paz, recordando su legado como un «peregrino incansable» que llevó la Iglesia al tercer milenio.
Un pontificado de impacto global
Juan Pablo II, cuyo pontificado se extendió por casi 27 años hasta su muerte el 2 de abril de 2005, fue una figura clave en la historia contemporánea de la Iglesia y del mundo. Su legado fue reconocido por el papa Benedicto XVI, quien lo beatificó en 2011, y por el actual papa Francisco, que lo canonizó en abril de 2014.
«Recordamos con gratitud y admiración su incansable servicio por la paz, sus llamamientos apasionados y sus iniciativas diplomáticas para tratar hasta el final de evitar guerras. Aunque muchas de sus palabras no fueron escuchadas, como suele suceder con los grandes profetas», afirmó Parolin en su homilía.
El cardenal Stanislaw Dziwisz, secretario personal de Juan Pablo II por décadas, también tomó la palabra para destacar la cercanía del santo polaco con los fieles: «Creemos firmemente que él nos mira desde las alturas, apoyando a toda la Iglesia en su peregrinaje hacia la eternidad».
Oraciones por el papa Francisco y un emotivo homenaje final
Durante la ceremonia, Dziwisz también dedicó unas palabras al papa Francisco, deseándole pronta recuperación: «Nuestro corazón está con el Santo Padre. Sabemos que ahora se une espiritualmente a nosotros. Rezamos por su salud para que pueda seguir guiando a la Iglesia en estos tiempos desafiantes».
Tras la eucaristía, miles de fieles acudieron a la tumba de Juan Pablo II, ubicada en una de las capillas de la basílica, donde depositaron ramos de flores como símbolo de su devoción. Como parte del homenaje, un cirio fue encendido junto a su sepulcro, en un gesto de respeto y esperanza que selló la emotiva jornada.
Con esta conmemoración, el Vaticano reitera el legado imborrable de Juan Pablo II, un líder espiritual que marcó la historia de la Iglesia católica y del mundo, y cuya figura sigue inspirando a millones de personas.