El Papa Francisco, líder espiritual de más de 1,300 millones de católicos en el mundo, falleció este lunes a los 87 años en el Vaticano, menos de un día después de pronunciar —a través de un clérigo asistente— su último mensaje de Pascua desde el balcón de la Basílica de San Pedro.
“Renovemos nuestra esperanza y nuestra confianza en los demás, incluso en quienes son diferentes a nosotros… Porque todos somos hijos de Dios”, fueron las palabras finales del pontífice argentino, leídas mientras él, visiblemente débil y en silla de ruedas, observaba en silencio a los fieles congregados.
El deceso fue confirmado por el cardenal Kevin Farrell a las 7:35 horas locales de este lunes 21 de abril: “El Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Dedicó toda su vida al servicio del Señor y de su Iglesia”.
Francisco, cuyo nombre secular era Jorge Mario Bergoglio, nació en Buenos Aires y fue elegido Papa en marzo de 2013, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI. Desde el inicio, marcó un cambio en el rumbo del Vaticano: fue el primer pontífice jesuita, el primero del hemisferio sur y el primero no europeo en casi 1,300 años.
Durante su papado, impulsó una visión más abierta e inclusiva del catolicismo. Defendió los derechos de los migrantes, se pronunció a favor de mayor participación de las mujeres en la Iglesia, y pidió una actitud de acogida hacia las personas LGBTQ+. Su liderazgo, aunque controvertido para algunos sectores conservadores, renovó el rostro de la Iglesia católica en tiempos de cambio.
La noticia de su fallecimiento ha causado profunda conmoción. Desde temprana hora, miles de fieles han comenzado a congregarse en la Plaza de San Pedro para rendirle homenaje. “Estamos todos realmente conmocionados esta mañana. Es una gran pérdida para la Iglesia”, dijo a la BBC una turista española, entre lágrimas.
Francisco enfrentó problemas de salud en sus últimos meses, incluyendo una hospitalización en febrero por complicaciones respiratorias. Había perdido parte de un pulmón en su juventud, lo que lo hacía especialmente vulnerable a infecciones respiratorias.
El Papa falleció justo después de culminar la Semana Santa, el periodo más sagrado del calendario católico. El domingo, durante la tradicional bendición “Urbi et Orbi”, dirigió un fuerte mensaje político: llamó a los líderes del mundo a combatir el hambre y a resistir la lógica del miedo y el aislamiento. “La paz es posible”, declaró.
El funeral de Francisco está previsto para dentro de tres días y, en línea con su carácter austero, él mismo pidió que fuera sencillo. Será el primer pontífice en más de un siglo en no ser enterrado en el Vaticano, sino en la Basílica de Santa María la Mayor. También rechazó el uso del tradicional catafalco y optó por un ataúd simple, de madera revestida en zinc.
En su paso por la historia, Francisco dejó una huella indeleble. Cambió el tono del Vaticano, acercó a los alejados, incomodó a los poderosos y abrazó a los humildes. Hoy, el mundo llora al pastor que eligió la misericordia sobre el dogma, y que hasta su último aliento, bendijo a los suyos con un “¡Felices Pascuas!”.