Alcanzar un cuerpo esculpido al límite puede costar más que sudor y sacrificio: podría significar la vida misma. Un nuevo estudio publicado en el European Heart Journal advierte que los físico culturistas masculinos enfrentan un riesgo inusualmente alto de muerte súbita cardíaca, especialmente aquellos que compiten a nivel profesional.
La investigación, liderada por el doctor Marco Vecchiato de la Universidad de Padua, analizó los casos de 20,300 atletas que compitieron en torneos avalados por la Federación Internacional de Culturismo y Fitness (IFBB) entre 2005 y 2020. Durante un seguimiento promedio de más de ocho años, 121 culturistas fallecieron, de los cuales el 38% murió por paro cardíaco repentino, una condición en la que el corazón deja de latir sin previo aviso.
El hallazgo más alarmante: los culturistas profesionales tienen 5.2 veces más probabilidades de morir por esta causa que los aficionados. “El nivel de competencia podría ser un factor determinante en el aumento del riesgo”, sostuvo Vecchiato, al referirse a la presión extrema, el uso prolongado de sustancias para mejorar el rendimiento, deshidratación severa y entrenamientos extenuantes.
Casos recientes dan rostro a estas cifras. En noviembre de 2024, José Mateus Correia Silva, culturista retirado de 28 años, murió de un paro cardíaco mientras entrenaba en un gimnasio de Aguas Claras, Brasil. A pesar de los intentos de reanimación, falleció sin antecedentes médicos previos. “Gracias a todos los que intentaron salvarle la vida”, expresó su hermano Tiago en redes sociales.
Los investigadores identificaron que muchos de los fallecidos presentaban anomalías cardíacas estructurales: corazones agrandados y músculos cardíacos engrosados, condiciones que predisponen a una insuficiencia cardíaca.
El estudio también encendió alertas sobre la salud mental en este entorno. Alrededor del 15% de las muertes entre culturistas fueron catalogadas como “traumáticas súbitas”, incluyendo suicidios, asesinatos, accidentes y sobredosis. “Estos datos revelan una dimensión psicológica preocupante detrás de la cultura del físico perfecto”, advirtió Vecchiato, al señalar la posible relación entre los problemas mentales, el abuso de sustancias y los comportamientos autodestructivos.
Actualmente, el equipo trabaja en un estudio similar centrado en culturistas femeninas, con la intención de ampliar la comprensión de los riesgos en ambos géneros.
Vecchiato fue enfático: el culturismo extremo no es sinónimo de salud. “Aunque admiramos el esfuerzo por alcanzar la excelencia física, transformar el cuerpo al extremo puede tener consecuencias fatales”, concluyó. No obstante, recordó que el entrenamiento de fuerza practicado con equilibrio sigue siendo altamente beneficioso para la salud cardiovascular y la calidad de vida.
La investigación, que pone en entredicho la idea de que la apariencia física refleja bienestar, invita a repensar los límites del fitness competitivo y la necesidad de supervisión médica en este tipo de disciplinas.