8 de October de 2025 New York

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Ingeniero peruano logró llevar agua a miles sin una sola gota de lluvia

En lo alto de los áridos cerros que rodean Lima, donde el sol castiga y el agua escasea, miles de familias humildes han encontrado una fuente inesperada de vida: la niebla.

Gracias a los llamados “atrapanieblas”, una ingeniosa tecnología creada por el peruano Abel Cruz, hoy más de 60 mil personas cuentan con agua para beber, cocinar y asearse sin depender de costosos camiones cisterna.

El sistema es tan simple como brillante: grandes mallas de plástico capturan las microgotas de humedad suspendidas en el aire, las condensan y las canalizan hacia tanques de almacenamiento. Sin electricidad, sin contaminación y con un costo mínimo, los atrapanieblas son un ejemplo de innovación sostenible frente a la crisis hídrica.

Desde 2004, Cruz —ingeniero industrial y fundador de la asociación Peruanos Sin Agua— ha instalado cerca de cinco mil atrapanieblas en los distritos limeños de San Juan de Lurigancho, San Juan de Miraflores y Villa María del Triunfo, además de en comunidades rurales de la sierra y la selva. Su meta es ambiciosa: llegar a 10 mil unidades para 2027.

En el asentamiento de Lomas Verdes, en el sureste de la capital peruana, la última instalación abastece a 230 familias. Allí, 30 lonas de tres metros de alto esperan cada mañana la llegada de la neblina proveniente del océano Pacífico. Cada sistema es capaz de captar entre 200 y 400 litros diarios, llenando tanques de 2,500 litros en menos de una semana.

“Son familias de escasos recursos, gente de los ‘mil oficios’ que trabaja duro cada día para sobrevivir”, explica Cruz mientras señala los cerros donde su iniciativa ha cambiado la vida de miles. “Estos atrapanieblas son su fuente de esperanza. En lugares donde no hay agua, la niebla es la que nos da vida”.

El agua obtenida pasa por un proceso de filtrado natural que la deja lista para el consumo humano, como han confirmado diversos estudios. Durante el verano, cuando la neblina se disipa, las mallas se recogen para su mantenimiento, lo que alarga su vida útil hasta por ocho años.

La historia de Abel Cruz está marcada por la escasez. “Desde niño en Cusco tenía que bajar 700 metros para traer agua. Era tedioso, pero aprendí a valorar cada gota”, recuerda. Hoy, su esfuerzo infantil se ha transformado en un proyecto que inspira al mundo y demuestra que la innovación no siempre necesita alta tecnología, sino empatía y voluntad de cambiar vidas.

Con los atrapanieblas, el aire se convierte en agua y la esperanza en realidad. En las colinas secas de Lima, la niebla ya no es solo un velo gris sobre la ciudad, sino una promesa líquida que brota del ingenio y la solidaridad.

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