“Algunos actores interpretan emociones. Diane Keaton vivió en ellas”.
Con esa frase, la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas despidió en X (antes Twitter) a una de las intérpretes más queridas y singulares de Hollywood, Diane Keaton, fallecida este sábado 11 de octubre a los 79 años.
La actriz, nacida en Los Ángeles en enero de 1946 como Diane Hall, no sólo conquistó al público con su talento y estilo inconfundible, sino con una vulnerabilidad que traspasaba la pantalla. “Divertida y frágil, brillante y dolida, siempre dolorosamente honesta”, resumió la Academia en su homenaje digital.
Ganadora del Óscar a Mejor Actriz por Annie Hall (1977) y cuatro veces nominada, Keaton fue más que una estrella: fue una presencia cercana, una mujer que el público sentía conocer. Su encanto no venía de la perfección, sino de su autenticidad desarmante.
“En realidad no tengo amigos”
En una entrevista con Jimmy Kimmel Live en 2017, Keaton sorprendió al público al confesar: “En realidad no tengo amigos”. Lo decía sin dramatismo, como quien acepta una verdad simple. “Tengo conocidos, personas encantadoras a las que me gusta ver, pero la amistad requiere tiempo, compromiso, y eso es casi como tener familia”, explicaba.
Esa soledad elegida, más reflexiva que triste, también aparecía en sus memorias Let’s Just Say It Wasn’t Pretty (2014), donde admitía que admiraba a colegas como Meryl Streep o Sarah Jessica Parker, pero no las conocía realmente: “Hicimos películas juntas, pero no sé nada de sus vidas”.
Amores de película
Sus relaciones más profundas, decía, fueron con sus exparejas: Woody Allen, Warren Beatty y Al Pacino, hombres que compartieron con ella el set y los sentimientos.
Jack Nicholson, su vecino y compañero en Alguien tiene que ceder, la recordará como “una mujer luminosa y libre”. En redes sociales, el actor escribió: “Esta noticia es devastadora. Descansa en el paraíso, Diane Keaton.”
Con Woody Allen compartió una amistad inquebrantable desde los años 60, cuando protagonizaron juntos la obra Play It Again, Sam. Él la definió como “una actriz capaz de convertir una frase simple en algo significativo, divertido o desgarrador, todo al mismo tiempo”.
Para Allen, su relación con Keaton fue “la mejor parte de mi vida y de mis películas”. Ella, por su parte, lo defendió incluso en sus momentos más oscuros: “Yo le creo a mi amigo”, dijo alguna vez.
El amor que sólo existió en pantalla
Con Warren Beatty, Keaton protagonizó Reds (1981), una historia de amor y revolución que marcó su carrera y su vida. En su discurso de homenaje del AFI, recordó ese rodaje con ternura:
“Gracias por darme el recuerdo de un tipo de amor que nunca imaginé posible hasta que interpreté a tu Louise. Un amor que transformó mi vida ordinaria en algo extraordinario”.
Aquel amor quizá no fue real, pero sí profundamente verdadero en el arte, y esa fue siempre la esencia de Diane Keaton: vivir sus emociones a través de sus personajes, sin máscaras ni imposturas.
Entre risas, sombreros, bufandas y su inconfundible timidez encantadora, Keaton dejó un legado que trasciende premios y modas: el de una mujer que se atrevió a ser ella misma en una industria que suele dictar quién debes ser.
Su muerte deja un vacío en Hollywood, pero también una lección viva: que la autenticidad puede ser el papel más valiente de todos.