En la tradición mexicana, los pétalos del cempasúchil iluminan el camino de las almas hacia los altares levantados por sus seres queridos. Sin embargo, este símbolo ancestral del Día de Muertos enfrenta hoy una amenaza silenciosa: el cambio climático y la pérdida de su diversidad genética.
De acuerdo con estimaciones oficiales, las precipitaciones extremas e inundaciones de 2025 arrasaron más de 15 mil hectáreas de cultivos en el país, poniendo en riesgo hasta 2 millones de plantas de cempasúchil solo en la capital. Aun así, la producción nacional rompió un récord de 6 millones de plantas, impulsada por la creciente demanda en la temporada de Día de Muertos, que genera 2.7 millones de dólares para los agricultores, según informa la agencia de noticias AP.
La bióloga Clara Soto Cortés, responsable del Banco de Semillas Toxinachcal, advierte que una de las razones detrás del declive del cempasúchil es la sustitución de las semillas nativas por híbridos estadounidenses. Estas variantes, más cortas y uniformes, son preferidas para la venta masiva en supermercados, pero carecen de la diversidad genética que permite resistir fenómenos climáticos extremos.
“La semilla híbrida ha sido configurada para un fin. No tiene la diversidad genética de las variedades nativas para hacerle frente al cambio climático”, explicó Soto.
En los laboratorios del banco de semillas, científicos han conservado 20 variantes de cempasúchil mexicano, almacenadas en frascos y congeladores. Su meta es rescatar las especies originales y devolverlas a los productores locales en caso de pérdidas totales, fortaleciendo la resiliencia agrícola de la región.
Tradición y resistencia
Para muchos agricultores, la crisis no solo amenaza su sustento económico, sino una tradición que ha dado identidad a generaciones. Carlos Jiménez, productor de 61 años, cultiva cempasúchil desde hace décadas y reconoce que, aunque el híbrido es más comercializable, “las raíces de nuestras plantas pueden pudrirse, pero la tradición no”.
Algunos, como Lucía Ortíz, comienzan a explorar otras flores más resistentes, mientras que otros planean construir invernaderos o volver a sembrar las variedades antiguas, que sus abuelos cultivaban mucho antes de la era industrial.
En medio del aroma del cempasúchil y las sombras del cambio climático, los campesinos de Xochimilco siguen sembrando esperanza. Porque, como dice Ortíz, “la planta de cempasúchil a veces nos deja sin nada, pero nunca dejamos de sembrarla”.