El refresco, una de las bebidas más consumidas en el mundo, podría tener un impacto mucho más profundo que el aumento de peso o los problemas metabólicos. Un estudio dirigido por la Universidad de Zhejiang y publicado en JAMA Psychiatry en septiembre de 2025 encontró evidencia creciente de que estas bebidas afectan la microbiota intestinal de forma tal que podrían incrementar el riesgo de depresión.
La investigación analizó datos de más de 10,000 adultos y observó que quienes consumían más de una porción diaria de refresco presentaban una marcada reducción en la diversidad de bacterias intestinales beneficiosas, especialmente del género Faecalibacterium, conocido por su papel antiinflamatorio. Esta disbiosis estuvo asociada con un aumento del 30 % en el riesgo de depresión moderada a severa.
Un eje biológico que une intestino y cerebro
Durante años, la idea de que la microbiota intestinal influye en la salud mental fue vista con escepticismo. Hoy, el llamado eje intestino-cerebro es uno de los campos más sólidos en neurociencia. La flora intestinal participa en la regulación de neurotransmisores, la respuesta inflamatoria y procesos metabólicos directamente vinculados con el estado de ánimo.
El estudio reporta que el consumo frecuente de refrescos se asocia con mayores niveles de marcadores inflamatorios como IL-6 y TNF-α, sustancias relacionadas con trastornos del ánimo y síntomas como fatiga, anhedonia, alteraciones del sueño y cambios de apetito.
Azúcar, aditivos y alteraciones invisibles
Los investigadores señalan que el efecto del refresco va más allá del contenido calórico. El jarabe de maíz de alta fructosa, los colorantes, conservadores y acidificantes modifican el ambiente del intestino, favoreciendo la proliferación de bacterias proinflamatorias.
Esto puede comprometer la barrera intestinal, permitiendo que endotoxinas lleguen al torrente sanguíneo y desencadenen inflamación crónica de bajo grado, una condición asociada con diversos trastornos psiquiátricos.
Además, al alterar la microbiota se afecta la producción de serotonina, de la cual hasta el 90 % se sintetiza en el sistema digestivo.
¿Y los refrescos light? Tampoco se salvan
Aunque no contienen azúcar, los refrescos light tampoco resultan inocuos. Edulcorantes como aspartame, sucralosa y acesulfame K pueden modificar la composición microbiana por otras vías, reduciendo bacterias beneficiosas y alterando la producción de ácidos grasos de cadena corta, fundamentales para la salud neurológica.
Estudios en modelos animales ya habían sugerido estos efectos, y nuevas líneas de investigación comienzan a confirmarlos en humanos.
Un hábito cotidiano con efectos profundos
El refresco es parte de celebraciones, comidas familiares y rutinas emocionales, lo que ha normalizado su presencia en la vida diaria. Sin embargo, la evidencia científica emergente sugiere que esa elección aparentemente inofensiva podría tener consecuencias silenciosas para la salud mental.
El estudio reafirma una idea clave: el intestino y el cerebro mantienen un diálogo constante, y lo que bebemos puede inclinar la balanza entre el bienestar y el desequilibrio emocional.
Reducir el consumo de refrescos no solo puede beneficiar al cuerpo; también podría ser una estrategia importante para proteger la salud mental.