Bélgica- Un equipo de psicólogos y psiquiatras en Bélgica está llevando a cabo un innovador ensayo clínico para reforzar las terapias convencionales con alcohólicos mediante sesiones alucinógenas a base de psilocibina, el compuesto psicotrópico presente en los “hongos mágicos”. Este proyecto, liderado por Laetitia Vanderijst como parte de su tesis doctoral en la Universidad Libre de Bruselas, busca explorar nuevas fronteras en la psicoterapia.
“Es una sustancia, una técnica o una tecnología que se utiliza para intentar ayudar en la psicoterapia. No es la pastilla milagrosa”, explica Vanderijst. La psicóloga relata que los pacientes suelen sorprenderse al principio, pero con el tiempo desarrollan confianza en el proceso, lo cual es crucial para el éxito de la terapia. “Nuestro trabajo es estar presentes, contener si hay un problema, pero no distraer”, añade la psicóloga Janaïna Benoît.
En el ensayo, los participantes ingieren una cápsula con una dosis alta (30 mg) o baja (5 mg) de psilocibina sin saber cuál les toca. Este psicotrópico, que no genera adicción, es extraído por la empresa canadiense Filament Health de hongos del género Psilocybe. Vanderijst señala que la psilocibina actúa como un catalizador de procesos psicológicos, ayudando a los pacientes a acceder a lugares metafóricos en su mente que son difíciles de alcanzar de otra manera.
El viaje alucinógeno puede transportar al individuo a “situaciones, relaciones o recuerdos” profundamente arraigados en su mente, según Benoît. Después de la experiencia, hay dos sesiones de integración donde los terapeutas discuten con el paciente sobre lo vivido, buscando darle sentido a la experiencia. Felix Hever, psiquiatra involucrado en el estudio, ha recibido financiación para otro proyecto que utilizará psilocibina para tratar la adicción a la cocaína.
Los primeros resultados del ensayo con pacientes alcohólicos son prometedores, tanto con dosis altas como bajas, dicen los especialistas belgas. Este estudio se inspira en proyectos internacionales con resultados alentadores, mientras que en otros países florecen investigaciones sobre el uso de psilocibina para tratar cuadros de depresión, anorexia, tabaquismo, Covid de larga duración y para reducir la ansiedad en pacientes con cáncer.
El uso de alucinógenos tiene una historia documentada desde tiempos ancestrales, pero su redescubrimiento moderno a mediados del siglo pasado se asocia a figuras como Robert Gordon Wasson y Albert Hofmann. Wasson, un micólogo aficionado y vicepresidente de relaciones públicas de JP Morgan, generó un gran revuelo en 1957 al publicar un artículo en la revista Life sobre sus experiencias con “hongos mágicos” en México. Hofmann, un químico suizo, descubrió accidentalmente el LSD en 1943 y aisló la psilocibina en 1958.
Entre 1950 y 1965, los tratamientos con alucinógenos se ensayaron en ciudades como Praga, Nueva York, Los Ángeles y Zúrich. Sin embargo, con el auge del movimiento hippie y la contracultura, los psicotrópicos se popularizaron como drogas recreativas, generando preocupación social y estrictas leyes que llevaron al cese de la producción de LSD en 1966 y la desaparición de las investigaciones hacia 1970.
Tras décadas de ostracismo, la tolerancia jurídica para usos científicos y recreativos de los alucinógenos ha aumentado en países como Estados Unidos, Brasil, Jamaica, Suiza y Canadá. La Unión Europea también ha mostrado interés, concediendo 6.5 millones de euros al Centro Médico Universitario de Groningen en Países Bajos para explorar la psilocibina como alivio psicológico para personas en cuidados paliativos.
“Hay interés. Los médicos se interesan, los pacientes se interesan…”, resume Vanderijst, quien espera ver estos tratamientos implementados “con un seguimiento más largo y la posibilidad de tener más sesiones, porque hay un incremento de personas con problemas mentales y no ha habido grandes innovaciones en psiquiatría en la última década”.