A un año del bloqueo impuesto por OpenAI al acceso de China a sus sistemas avanzados de inteligencia artificial (IA), el panorama ha cambiado drásticamente. Lejos de frenar su desarrollo, el país asiático ha acelerado la creación de su propia tecnología, apostando por el código abierto y el respaldo estatal masivo como motor de innovación.
Empresas como DeepSeek, Alibaba, Huawei y ByteDance han lanzado modelos de IA competitivos que ya rivalizan con los de Silicon Valley. El auge se da en un contexto donde China ha replicado su estrategia industrial ya probada en sectores como los vehículos eléctricos y la energía solar: canalizar recursos públicos, subvenciones y políticas centralizadas para convertirse en una superpotencia tecnológica.
“China está aplicando el apoyo estatal a toda la pila tecnológica de IA, desde los chips y los centros de datos hasta la energía”, explicó Kyle Chan, investigador de la RAND Corporation.
La inversión pública ha sido clave. Desde 2014, Pekín ha destinado cerca de 100 mil millones de dólares al desarrollo de semiconductores y recientemente anunció otros 8,500 millones de dólares para apoyar startups enfocadas en inteligencia artificial. Barrios enteros, como Dream Town en Hangzhou, funcionan como incubadoras tecnológicas donde el gobierno ofrece subsidios, espacios y apoyo logístico a las nuevas empresas.
Este impulso ha permitido a China sortear restricciones impuestas por Washington, como el veto a chips de alta gama de Nvidia. En su lugar, empresas locales como SMIC y Huawei han avanzado en el desarrollo de semiconductores nacionales, aunque todavía enfrentan desafíos en escalabilidad y rendimiento.
Además del hardware, China ha creado sus propios recursos de datos aprobados por el Estado, con contenido alineado a sus políticas de censura. A pesar de estas limitaciones, el vasto acceso a datos de comportamiento digital ha permitido a compañías como ByteDance —matriz de TikTok— perfeccionar sus algoritmos de IA generativa.
Uno de los aspectos más destacados es el enfoque abierto del ecosistema chino. Mientras empresas estadounidenses como OpenAI y Google mantienen sus modelos cerrados y de acceso restringido, los gigantes chinos han optado por compartir públicamente sus desarrollos, atrayendo el interés de ingenieros y desarrolladores de todo el mundo.
“El código abierto es una fuente de poder blando tecnológico”, afirmó Kevin Xu, fundador de Interconnected Capital. “Es prácticamente la película de Hollywood o el Big Mac de la tecnología”.
Aunque la estrategia china también presenta riesgos, como la duplicación de esfuerzos o la falta de enfoque ante cambios tecnológicos rápidos, la velocidad con la que han logrado posicionarse en el terreno de la IA demuestra que están decididos a liderar el futuro de esta industria clave.
Desde Silicon Valley, la competencia es vista con preocupación. Sam Altman, CEO de OpenAI, ha advertido sobre el riesgo de que empresas chinas establezcan los estándares globales de la IA. “Queremos asegurarnos de que la IA democrática gane sobre la IA autoritaria”, declaró.
La batalla por la inteligencia artificial, más allá de lo tecnológico, se perfila como un pulso geopolítico e ideológico entre dos modelos de desarrollo opuestos.