Lo que se creía imposible podría estar a punto de cambiar. Un equipo de investigadores ha logrado reactivar un gen que podría permitir que el corazón humano se repare a sí mismo tras un infarto, un avance que podría transformar la medicina cardiovascular en las próximas décadas.
El estudio, dirigido por Hina Chaudhry, de la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Mount Sinai, y publicado en la revista NPJ Regenerative Medicine, revela que el gen Ccna2 —considerado “cardioprotector”— puede regenerar el tejido cardíaco dañado al ser reactivado en células humanas.
“Hemos demostrado que incluso las células cardíacas humanas adultas, que durante mucho tiempo se pensaron incapaces de dividirse, pueden producir células nuevas y funcionales”, explicó Chaudhry, quien lleva más de una década investigando la regeneración cardíaca.
Durante el desarrollo embrionario, el gen Ccna2 desempeña un papel esencial en la división celular de los cardiomiocitos, las células responsables de contraer el músculo del corazón. Sin embargo, este gen se desactiva espontáneamente al nacer, lo que impide que el corazón regenere su propio tejido después de una lesión.
Para comprobar su potencial terapéutico, los científicos introdujeron el gen activo mediante un vector viral en células cardíacas humanas cultivadas in vitro, observando cómo comenzaban a dividirse nuevamente.
“Fuimos pioneros en la idea de que el corazón podría regenerarse reactivando genes latentes de división celular, y ahora hemos acercado esta visión un paso más a los pacientes”, subrayó la investigadora.
El hallazgo abre la posibilidad de una terapia que permita al corazón sanar por sí mismo tras un infarto o insuficiencia cardíaca, reduciendo la necesidad de trasplantes o dispositivos mecánicos.
El siguiente paso será obtener la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) para iniciar ensayos clínicos en pacientes con cardiopatías.
Si los resultados se confirman, este descubrimiento podría marcar una nueva era en la medicina regenerativa, en la que el corazón deje de ser un órgano irremediablemente vulnerable y comience a tener la capacidad de autorrepararse.