En medio de un nuevo episodio de tensión comercial, trabajadores y sindicatos del sector automotriz mexicano enfrentan con incertidumbre, pero también con esperanza el impacto de los aranceles impuestos por el presidente estadounidense Donald Trump, quien ha prometido reactivar las plantas automotrices en su país.
Según publicó Sin Embargo, mientras el Gobierno federal negocia con Washington descuentos arancelarios por modelo y autoparte, trabajadores como Gonzalo, de la planta de General Motors en Silao, Guanajuato, consideran que el plan de Trump es más político que factible. “Mover la producción de regreso a Estados Unidos no es algo que se haga de la noche a la mañana.
Hay demasiada infraestructura, años de inversión y una red de proveedores consolidada en México”, aseguró el también representante del Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores de la Industria Automotriz (SINTIIA).
Actualmente, México cuenta con 37 plantas de producción y un millón de empleos directos en el sector automotriz, según la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA). La mayoría están establecidas en estados del norte y centro del país, incluyendo Guanajuato, Nuevo León, Puebla y Aguascalientes. Empresas como GM, Ford, Nissan, Volkswagen, entre otras, han apostado por México desde hace décadas gracias a su ubicación estratégica, costos competitivos y mano de obra calificada.
La presidenta Claudia Sheinbaum, al igual que líderes sindicales, ha insistido en que el traslado de estas plantas a Estados Unidos no es una posibilidad real a corto plazo. “La mayoría de las empresas nos han dicho que no moverán nada hasta que se asiente la situación”, dijo en conferencia desde Palacio Nacional.
Onesto Monroy, con casi tres décadas en GM Silao, explicó que las reglas del T-MEC protegen parte de las exportaciones, lo que les da confianza. “Estamos cumpliendo con los estándares de calidad y producción. A pesar de los aranceles, seguimos trabajando con cifras récord”, señaló.
Sin embargo, algunas compañías fuera del amparo del T-MEC ya han comenzado a resentir los efectos. La planta de Volkswagen en Puebla inició un paro técnico durante toda la Semana Santa, alegando falta de carrocerías. Entre enero y febrero, sus exportaciones cayeron un 42 por ciento respecto al mismo periodo de 2024.
El caso de la planta CAMI de GM en Canadá, que suspendió su producción hasta octubre y despidió a 500 trabajadores, generó preocupación adicional. El sindicato canadiense UNIFOR acusó a Trump de “crear una crisis” con sus políticas proteccionistas y su falta de visión sobre la transición hacia vehículos eléctricos.
En México, la planta de Stellantis en Toluca también paró operaciones este mes como medida de precaución ante la incertidumbre. Esto provocó afectaciones en la cadena de suministro, incluyendo a proveedores como Magna Autotek en Puebla.
Desde el sector oficial, la Secretaría de Economía, encabezada por Marcelo Ebrard, trabaja para negociar descuentos arancelarios en función del contenido estadounidense de cada vehículo y autoparte. “Hemos hablado de un esquema proporcional al valor de lo fabricado en Estados Unidos”, explicó la presidenta Sheinbaum.
La AMIA reportó esta semana una caída del 6% en las exportaciones del sector entre enero y marzo de 2025, en parte debido a la pausa en envíos de marcas como Ford, Nissan y Volkswagen. “Algunas empresas han decidido esperar hasta que se aclare el panorama comercial”, reconoció Rogelio Garza, presidente del organismo.
Por ahora, la industria automotriz mexicana resiste en medio de la incertidumbre, apoyada en su infraestructura histórica, la cobertura del T-MEC y la convicción de que, aún con el proteccionismo de Trump, el costo político y económico de relocalizar la producción será demasiado alto para concretarse en el corto plazo.
Con información de Sin Embargo