28 de October de 2025 New York

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El estrés crónico puede dañar el cerebro y aumentar el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular

El estrés es una reacción natural del organismo ante los desafíos de la vida cotidiana. En pequeñas dosis, ayuda a mantenerse alerta, enfocado y a resolver problemas. Sin embargo, cuando se prolonga o se vuelve constante, puede tener consecuencias graves para la salud física y mental.

De acuerdo con especialistas de la Mayo Clinic y Banner Health, el estrés crónico puede alterar el funcionamiento del cerebro y del sistema circulatorio, incrementando el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular (ACV) —también conocido como derrame cerebral—, una emergencia médica que requiere atención inmediata.

“Cada minuto sin atención puede aumentar el daño cerebral”, advierte la Mayo Clinic. “El estrés, cuando es constante, puede ser un factor detonante silencioso”.

El vínculo entre el estrés y el cerebro

Un accidente cerebrovascular ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia el cerebro se reduce o se interrumpe. Sin oxígeno ni nutrientes, las células cerebrales comienzan a dañarse o mueren, lo que puede dejar secuelas permanentes o incluso provocar la muerte.

Entre los factores de riesgo conocidos —como la hipertensión, el tabaquismo o el colesterol elevado—, el estrés ocupa un papel importante, aunque frecuentemente subestimado. Según un artículo de Banner Health, el estrés prolongado activa mecanismos biológicos que afectan el sistema nervioso y cardiovascular.

Cuando el cuerpo se enfrenta a una situación de tensión, libera cortisol, la llamada “hormona del estrés”. Esta sustancia prepara al organismo para reaccionar ante el peligro, aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y los niveles de glucosa en la sangre.

Si esa reacción ocurre de forma repetida o continua, se convierte en un proceso dañino. El exceso de cortisol deteriora los vasos sanguíneos, favorece la aterosclerosis (acumulación de grasa en las arterias) y altera los procesos inflamatorios, lo que puede interferir con el flujo sanguíneo al cerebro.

“El estrés crónico prolonga la activación del sistema nervioso simpático, lo que eleva la presión arterial y genera una tensión muscular persistente. Estos efectos, mantenidos en el tiempo, son perjudiciales para el sistema cardiovascular”, precisa Mayo Clinic.

Tipos de estrés y sus efectos

Los especialistas distinguen dos formas principales de estrés:

  • Estrés agudo: aparece como respuesta inmediata a un evento puntual, como una presentación, un examen o una discusión. Es una reacción normal que desaparece cuando la situación se resuelve.
  • Estrés crónico: se mantiene durante largos periodos, generalmente asociado a problemas laborales, económicos o familiares. Con el tiempo, puede alterar el equilibrio químico del cerebro y provocar daños en el corazón y los vasos sanguíneos.

El estrés crónico también suele acompañarse de hábitos poco saludables, como mala alimentación, falta de sueño, sedentarismo o consumo de alcohol y tabaco, lo que agrava su impacto sobre el sistema cardiovascular.

Cómo identificar las señales de alerta

Reconocer los síntomas del estrés es el primer paso para prevenir consecuencias mayores. Algunos signos comunes incluyen:

  • Síntomas físicos: dolores de cabeza frecuentes, rigidez en el cuello o espalda, fatiga, alteraciones del sueño o cambios en la presión arterial.
  • Cambios emocionales: irritabilidad, ansiedad, tristeza o sensación de agobio constante.
  • Efectos cognitivos: dificultad para concentrarse, olvidos o pensamientos acelerados.
  • Cambios en el comportamiento: comer en exceso, fumar, beber alcohol o aislarse socialmente.

A menudo, las personas normalizan la sobrecarga emocional y no buscan ayuda, lo que permite que el estrés se convierta en un factor de riesgo silencioso.

El estrés también afecta a los adultos jóvenes

Durante años, el accidente cerebrovascular fue considerado una enfermedad propia de adultos mayores. Sin embargo, la Fundación Española del Corazón advierte que cada vez más jóvenes menores de 40 años sufren este tipo de eventos.

El estrés laboral, las jornadas extensas, la falta de sueño y la presión constante activan de forma crónica la respuesta hormonal del cuerpo, elevando la presión arterial y acelerando el desgaste del sistema circulatorio.

“El exceso de trabajo y la falta de descanso sostenido pueden traducirse en daño vascular que afecta tanto al corazón como al cerebro”, señala la Fundación.

Estrategias para reducir el estrés y cuidar la salud cerebral

Los expertos coinciden: cuidar la mente es también cuidar el cuerpo. Algunas medidas simples, recomendadas por la Mayo Clinic y la Fundación Española del Corazón, pueden ayudar a reducir la tensión diaria y proteger la salud cardiovascular:

  1. Mueve el cuerpo. Caminar, bailar, nadar o practicar yoga ayuda a liberar endorfinas —las hormonas del bienestar— que reducen la tensión y mejoran el estado de ánimo.
  2. Cuida tu alimentación. Prefiere frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables. Reduce el exceso de azúcar, cafeína y alcohol.
  3. Duerme bien. Mantén horarios regulares y evita pantallas antes de dormir. Dormir entre siete y ocho horas diarias fortalece el equilibrio emocional.
  4. Practica técnicas de relajación. Ejercicios como la respiración profunda o de coherencia cardíaca —inhalar cinco segundos y exhalar cinco más— pueden disminuir la frecuencia cardíaca y estabilizar la presión arterial.
  5. Busca apoyo profesional. Si la tensión emocional persiste, es recomendable acudir a un psicólogo o psiquiatra para aprender estrategias de manejo del estrés.

Un llamado al autocuidado

El estrés es una respuesta biológica necesaria para la supervivencia, pero cuando se vuelve crónico, deja de ser un aliado. Controlarlo no solo mejora el bienestar mental, sino que protege al cerebro, al corazón y a los vasos sanguíneos.

Como resume Mayo Clinic:

“Aprender a manejar el estrés puede ser tan importante como tomar medicamentos para prevenir enfermedades cardiovasculares”.

Dedicarse unos minutos al autocuidado, priorizar el descanso y mantener hábitos saludables no es un lujo: es una inversión directa en la salud cerebral y emocional.

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