La educación especial dirigida a niños talentosos o superdotados en artes, ciencias y deportes se ha sustentado durante décadas en premisas que ahora son cuestionadas por la evidencia científica. Así lo señala el estudio “Descubrimientos recientes sobre la adquisición de los más altos niveles de rendimiento humano”, la primera revisión amplia sobre el tema, publicada este jueves en la revista Science.
Tradicionalmente, el desarrollo del talento excepcional se ha explicado a partir de dos factores clave: un alto rendimiento desde edades tempranas —en la escuela, el deporte o la música— y habilidades innatas específicas, acompañadas de años de entrenamiento intensivo en una sola disciplina. Sin embargo, la nueva investigación concluye que este modelo no es el más eficaz para promover el talento joven y que, en muchos casos, los niños destacados no son los mismos que alcanzan posteriormente niveles de excelencia mundial.
El estudio fue encabezado por Arne Güllich, profesor de ciencias del deporte en la Universidad Técnica de Renania-Palatinado (RPTU), quien junto con un equipo internacional e interdisciplinario analizó datos de numerosos estudios previos. En total, se revisó el desarrollo de 34 mil 839 personas de alto rendimiento, entre ellas ganadores del Premio Nobel, medallistas olímpicos, ajedrecistas de élite y reconocidos compositores de música clásica.
De acuerdo con los hallazgos, existe un patrón común en distintas disciplinas. El primero es que quienes muestran el mejor desempeño a edades tempranas no suelen ser los mismos que alcanzan la élite en etapas posteriores de la vida. El segundo indica que las personas que lograron un nivel de talla mundial presentaron un desarrollo gradual en sus primeros años y no figuraban entre los mejores de su grupo etario. El tercer hallazgo señala que estos individuos no se especializaron de forma temprana, sino que participaron en diversas disciplinas durante su formación.
Para explicar estos resultados, el equipo de investigación propuso tres hipótesis. La primera, denominada “búsqueda y emparejamiento”, plantea que la exposición a múltiples disciplinas aumenta la probabilidad de encontrar aquella en la que una persona puede desarrollarse de manera óptima. La segunda, la hipótesis del “capital de aprendizaje mejorado”, sostiene que la variedad de experiencias fortalece la capacidad de aprendizaje a largo plazo. La tercera, la de “riesgos limitados”, sugiere que la actividad multidisciplinaria reduce problemas como el agotamiento, las lesiones, el estancamiento o la pérdida de interés.
A manera de conclusión, los investigadores recomiendan no fomentar la especialización temprana y, en cambio, ofrecer a niños y jóvenes oportunidades para explorar distintos campos de interés. “Hay que animarlos y promoverlos en dos o tres disciplinas, incluso si no están directamente relacionadas”, señaló Güllich, quien recordó ejemplos históricos como Albert Einstein, uno de los físicos más influyentes de la historia y, al mismo tiempo, un apasionado del violín desde joven.