Un estudio publicado este lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences ha revelado la existencia de organizaciones clandestinas que operan como verdaderas redes criminales para falsificar el proceso científico. El hallazgo, realizado por un equipo de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, advierte sobre la creciente amenaza que representan estas prácticas fraudulentas para la integridad de la ciencia global.
«Estas entidades son grandes, resilientes y crecen rápidamente», señala el título del trabajo liderado por el profesor Luís A. N. Amaral, quien afirma que estas redes «invierten millones de dólares» en fabricar investigaciones falsas. Lejos de casos aislados, el problema es sistémico: según los investigadores, la publicación de ciencia fraudulenta está creciendo más rápido que la de estudios legítimos.
Entre las principales actividades detectadas se encuentran las llamadas “fábricas de papel”, empresas que elaboran artículos científicos falsos —muchos con datos manipulados, imágenes robadas y afirmaciones absurdas— y los venden a académicos que buscan avanzar en sus carreras sin realizar investigación real. También se ofrecen servicios como la compra de citas o incluso de “puestos de autoría”, donde un lugar como primer autor puede alcanzar precios elevados.
El estudio también reveló que algunas de estas redes secuestran revistas académicas desaparecidas, como ocurrió con HIV Nursing, una publicación profesional que fue adquirida tras la expiración de su dominio y reutilizada para difundir miles de artículos sin relación con la temática original.
La preocupación se intensifica con el avance de la inteligencia artificial generativa, que, advierten los autores, puede ser utilizada para producir textos científicos falsos a gran escala. “Si no estamos preparados para lidiar con el fraude que ya está ocurriendo, ciertamente no lo estaremos cuando la IA comience a intervenir más profundamente en la producción de literatura científica”, alertó Reese Richardson, primer autor del estudio.
Amaral insiste en que este problema no debe tomarse como un ataque a la ciencia, sino como una defensa de su integridad. “La ciencia debe autocontrolarse mejor para preservar su valor y credibilidad. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de perder la confianza del público”, sentenció.
El estudio representa una llamada de atención urgente para la comunidad académica, las editoriales científicas y los gobiernos, quienes deberán actuar con firmeza para frenar el avance de este fenómeno antes de que socave el conocimiento en el que se basa el progreso humano.