Con un tono de profunda preocupación y frustración, el secretario general de la ONU, António Guterres, lanzó este jueves una dura advertencia al inaugurar la cumbre de líderes previa a la COP30 en la ciudad brasileña de Belém:
“Hemos fracasado en el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 °C respecto a la era preindustrial”, lamentó. “Esto es un fracaso moral y una negligencia mortal”.
El líder de Naciones Unidas señaló que décadas de negación y retraso en las acciones climáticas han llevado al planeta a un punto crítico, aunque insistió en que “aún hay tiempo para minimizar los daños si se acelera la eliminación de los combustibles fósiles”.
A orillas del Amazonas, la COP30 —catalogada como la “COP de la implementación”— busca recuperar la esperanza climática en un escenario global marcado por tensiones políticas, desconfianza y la notoria ausencia de los mayores emisores del planeta: Estados Unidos, China e India.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, anfitrión del encuentro, pretende convertir esta cumbre en un punto de inflexión. Desde Belém, ciudad rodeada por la selva tropical más grande del mundo, Lula presentará el Fondo Bosques Tropicales para Siempre, un ambicioso proyecto que busca movilizar financiamiento internacional para preservar los ecosistemas que estabilizan el clima global.
“Pasaremos de la negociación a la aplicación”, afirmó el canciller brasileño, Mauro Vieira. “Será el momento en que los líderes mundiales enfrenten con honestidad el desafío del cambio climático”.
Sin embargo, las contradicciones abundan. A pesar de las credenciales ecológicas de Brasil, el gobierno de Lula autorizó a la petrolera estatal Petrobras a explorar yacimientos cerca de la desembocadura del río Amazonas, una decisión que ha provocado indignación entre ambientalistas.
Mientras tanto, los contrastes de la cumbre reflejan la complejidad de la lucha climática: desde hoteles saturados y cruceros improvisados para delegaciones internacionales, hasta activistas que navegaron días por el río Amazonas con pancartas que exigen “Acción, justicia y esperanza”.
La ausencia de Estados Unidos también ha encendido críticas. El presidente colombiano Gustavo Petro calificó la postura del país norteamericano como “una actitud que va literalmente contra la vida de toda la humanidad”, y llamó a América Latina a liderar una transición hacia energías limpias.
La ciudad de Belém, convertida en el epicentro del debate climático, simboliza tanto la devastación ambiental del Amazonas —donde el 17 % de la selva ha desaparecido en medio siglo— como la posibilidad de un renacimiento ecológico.
Con protestas, debates y promesas, la COP30 inicia entre la desesperanza y la urgencia.
Como advirtió Guterres desde el estrado:
“El fracaso ya está escrito, pero el futuro aún no. Depende de nosotros decidir si la humanidad será parte de la solución o del desastre”.