La Península de Baja California, una de las regiones más emblemáticas de México, está en proceso de convertirse en una isla debido a su constante desplazamiento hacia el noroeste. Este fenómeno geológico, que ha capturado la atención de científicos durante décadas, tiene profundas implicaciones para la geografía y ecología de la región.
Hace 13 millones de años, la península estaba unida al resto del continente, pero el movimiento de la placa tectónica del Pacífico ha provocado su lenta separación. Según Raúl Valenzuela, del Instituto de Geofísica de la UNAM, este desplazamiento es el resultado de la actividad tectónica en la falla del Golfo de California y la falla de San Andrés, una de las zonas de subducción más activas del mundo.
Aunque el movimiento es extremadamente lento, de unos pocos centímetros al año, su impacto a largo plazo es significativo. Thierry Calmus, de la Estación Regional del Noroeste del Instituto de Geología de la UNAM, estima que desde la llegada de los españoles en 1519, la península se ha desplazado 24 metros hacia el noroeste. Si esta tendencia continúa, la península podría avanzar hasta Alaska en millones de años, eventualmente formando un nuevo océano.
El proceso está gobernado por el sistema de fallas San Andrés-Golfo de California, responsable de grandes terremotos en la región. La placa del Pacífico, en la que se encuentra Baja California, se está moviendo hacia el noreste en relación con la placa de América del Norte, lo que crea una zona de cizalla en la parte norte de la península.
Este desplazamiento no solo tiene implicaciones científicas, sino que también podría acelerar debido a factores como fuertes terremotos o el cambio climático, que podría inundar áreas sobre el nivel del mar. Los científicos seguirán monitoreando este fenómeno, que ilustra cómo las fuerzas naturales continúan moldeando nuestro planeta.