En una cocina del noreste de Tijuana, Alicia menea ollas de barro que desprenden el olor de guisos tradicionales mientras organiza algo más que alimentos: cruces irregulares hacia Estados Unidos. Conocida tanto por su sazón como por su habilidad para “conocer cruces seguros”, Alicia, cuyo verdadero nombre prefiere ocultar, se ha convertido en un enlace crucial para familias migrantes desesperadas por escapar de la pobreza y la violencia.
La actividad de Alicia, como parte de una red de «guías», ha aumentado desde que Donald Trump asumió nuevamente la presidencia de Estados Unidos. Según datos del Departamento de Seguridad Nacional, en diciembre de 2024 se registraron 47 mil 300 cruces irregulares desde México, una cifra que refleja el miedo a quedar atrapados bajo políticas migratorias más estrictas.
Los costos por cruzar la frontera oscilan entre 12 mil y 20 mil dólares, dependiendo de la ruta y el método, que puede incluir túneles o cruces por puertos fronterizos. Alicia narra con tranquilidad historias de éxito: “Nada los va a detener. Tienen necesidad porque hay lugares donde simplemente no se puede vivir”.
Un caso que recuerda ocurrió el Halloween pasado, cuando una familia disfrazó a sus hijos de calaveras y, con visas temporales, los mezclaron en un grupo para cruzar por un puerto limítrofe. En menos de cinco minutos, los niños estaban del otro lado, donde sus familiares los esperaban.
Sin embargo, no todos los intentos concluyen con éxito. Javier, un migrante chiapaneco, fue deportado junto a su esposa e hijas tras haber sido detenido por agentes migratorios en Estados Unidos. “Nos trataron peor que animales. Dejamos todo porque ya no podemos estar ahí, pero lo vamos a volver a intentar”, asegura.
El negocio de los cruces ilegales también alimenta a otros actores. Según Alicia, los pagos no solo benefician a los guías, sino también a cárteles que controlan los túneles y a algunos agentes de ambos lados de la frontera, quienes “se limitan a mirar hacia otro lado”.
En un contexto de políticas migratorias cada vez más restrictivas, la historia de Alicia y las familias migrantes refleja la persistencia de un fenómeno que se alimenta de la necesidad, la resiliencia y los altos costos —tanto económicos como humanos— de buscar una vida mejor al otro lado de la frontera.
Con información de El Universal