Redacción
Michoacán.- El auge del consumo de aguacate en Estados Unidos ha generado una demanda sin precedentes de este fruto, y Michoacán, en México, ha sido uno de los principales proveedores. Sin embargo, esta creciente industria está teniendo consecuencias alarmantes para el medio ambiente y la sostenibilidad de la región, advierten productores y expertos.
El ingeniero agrónomo michoacano Nacho Simón expresa su preocupación por el futuro de la región: «Espero que no sea el colapso el que nos haga entender». Simón señala que el cambio en las políticas de importación de Estados Unidos a finales de la década de 1990 abrió las puertas al mercado estadounidense para los productores de aguacate mexicanos. Desde entonces, la producción ha aumentado drásticamente para satisfacer la demanda del Super Bowl y otros eventos importantes, pero este crecimiento no está exento de consecuencias.
El paisaje de Michoacán ha sufrido transformaciones dramáticas en los últimos años. Lo que antes eran frondosos bosques de pinos ahora se han convertido en interminables plantaciones de aguacate. Esta expansión descontrolada está contribuyendo a la deforestación y al agotamiento hídrico de la región, ya que el aguacate requiere cantidades masivas de agua para su producción.
El ingeniero Cuauhtémoc Montero, propietario de huertos en Michoacán, aboga por un enfoque más sostenible en el cultivo de aguacate, preservando otras especies vegetales y árboles nativos de la región. Advierte que Michoacán está llegando al límite de su capacidad de producción y que es necesario cambiar el modelo actual antes de que sea demasiado tarde.
Ambos expertos coinciden en que se necesita una acción urgente por parte de los productores de aguacate y las autoridades gubernamentales para evitar un desastre ambiental en Michoacán. «Los productores de aguacate tenemos que cuidar el medio ambiente, ser socialmente responsables y económica y ecológicamente responsables», afirma Montero.
Sin embargo, el camino hacia la sostenibilidad no será fácil, especialmente en un contexto donde la corrupción y los intereses económicos a corto plazo pueden obstaculizar los esfuerzos de conservación. Simón concluye con un llamado a la acción: «Solo espero que no sea el colapso el que nos haga entender».