El sargazo, la macroalga marina que cada año invade las costas del Caribe mexicano, ha alcanzado niveles sin precedentes en 2025, con un aumento estimado del 40% respecto a años anteriores. Así lo informó Leticia Durand Smith, investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, durante el Seminario Interinstitucional Entramados Naturaleza, Cultura y Sociedad, realizado en Mérida, Yucatán.
Durand advirtió que el fenómeno ha escalado al punto de que las instituciones “ya no pueden ignorarlo ni controlarlo”, y subrayó la urgencia de atender no sólo sus efectos inmediatos, sino también sus causas estructurales.
Efectos devastadores en los ecosistemas
La llegada masiva del sargazo a las playas provoca lo que especialistas han denominado “marea marrón”: una capa de lodo orgánico que se forma al descomponerse la alga, bloqueando la luz solar, reduciendo el oxígeno en el agua y afectando severamente la vida marina.
Según la investigadora, este proceso puede incrementar hasta 35 veces la materia orgánica disuelta, reducir en 30% la luminosidad y disminuir en 50% el oxígeno del agua, lo que ha provocado eventos de mortalidad masiva en arrecifes coralinos, como sucedió en Puerto Morelos en 2016.
También se han documentado impactos en especies emblemáticas como las tortugas marinas, que enfrentan barreras físicas para anidar y un preocupante aumento de enfermedades como la fibropapilomatosis, cuyos casos en Akumal crecieron de 1.6% en 2008 a 54% en 2018.
Riesgos para la salud y el turismo
La descomposición del sargazo libera gases tóxicos como el sulfuro de hidrógeno y el amoníaco, que provocan molestias respiratorias, dolores de cabeza y náuseas en visitantes y pobladores. Esta situación afecta directamente a la industria turística, que depende de la imagen de playas limpias y aguas cristalinas.
“Es un fenómeno que pone en jaque a comunidades enteras cuya economía depende del turismo”, alertó Durand.
Costos millonarios y soluciones parciales
El retiro del sargazo implica enormes costos. Se estima que limpiar un solo kilómetro de playa cuesta más de un millón de dólares al año, y hasta un 30% del material removido es arena, lo que, si no se reincorpora, acelera la erosión costera.
Asimismo, los lixiviados del sargazo amenazan los acuíferos de la Península de Yucatán al filtrarse por los suelos kársticos, lo que representa un nuevo foco de contaminación ambiental.
Si bien se han instalado barreras marinas y se utilizan barcos especializados para contener la llegada del sargazo, estas estrategias resultan costosas y poco efectivas por sí solas. En paralelo, ha surgido una incipiente industria que transforma el alga en productos comerciales, pero aún sin el alcance necesario para resolver la crisis.
Una crisis global con raíces humanas
De acuerdo con Durand Smith, la proliferación del sargazo tiene un claro origen humano. El aumento del nitrógeno en el océano —producto del uso intensivo de fertilizantes y la deforestación— ha multiplicado 15 veces su concentración, alimentando la expansión del alga.
“El cuerpo del sargazo representa las transformaciones oceánicas derivadas de nuestra relación con el mar”, concluyó la experta, quien instó a repensar nuestra interacción con los ecosistemas marinos y adoptar medidas urgentes para mitigar una crisis ambiental que trasciende fronteras.