Redacción
Líbano.- Los teléfonos de la única línea de prevención del suicidio en Líbano raramente dejan de sonar. El hundimiento financiero del país ha provocado una crisis de salud mental entre una población cada vez más desesperada.
En una llamada, un padre asegura que está pensando en quitarse la vida porque no puede alimentar a sus hijos. En otra, un hombre que acaba de quedarse sin hogar afirma haber perdido toda esperanza.
Son decenas de llamadas así a diario, unas mil 100 cada mes, en un país que ha experimentado un éxodo de personal sanitario y carencia de medicamentos para tratar la ansiedad, la depresión o la psicosis.
Los usuarios de esta línea telefónica se han más que duplicado en un año y esperan que sigan creciendo al mismo tiempo que disminuyen las esperanzas de una población empujada al abismo por una sucesión de calamidades.
«Recibimos llamadas similares cada día (…) La crisis ha empeorado muchísimo», asegura Mia Atoui, cofundadora y vicepresidenta de Embrace, la oenegé que gestiona la saturada línea telefónica.
Este aluvión de llamadas los ha llevado a ampliar las horas de atención de 17 a 21 diarias, con la esperanza de alcanzar las 24 en los próximos meses.
Una clínica de terapia gratuita de la organización está completamente reservada hasta octubre, con más de 100 personas en la lista de espera.
También crece el número de niños llamando. Los menores de 18 años representaron un 15% de los atendidos en julio. «Mucha gente ha perdido la esperanza», afirma Atoui.