Las olas de calor marinas, periodos prolongados de temperaturas anormalmente elevadas en la superficie del mar, se han triplicado desde 1940, advierte un estudio realizado por el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea, CSIC-UIB) y el National Centre for Atmospheric Science de la Universidad de Reading (Reino Unido).
La investigación, publicada en la revista científica PNAS, concluye que este fenómeno está directamente vinculado al calentamiento global provocado por actividades humanas, sin el cual casi la mitad de los episodios extremos registrados entre 2000 y 2020 no habrían ocurrido.
Según explicó la doctora Marta Marcos, profesora del Departamento de Física de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y autora principal del estudio, estas olas de calor “tienen consecuencias importantes para la vida marina, afectando a los arrecifes de coral, las praderas submarinas y otros ecosistemas sensibles”.
Un modelo para evidenciar la huella humana
Para cuantificar el papel del cambio climático, los investigadores elaboraron un modelo contrafactual del clima, es decir, un escenario sin influencia del calentamiento global, con temperaturas estables desde 1940. Al comparar este modelo con los datos reales, se pudo determinar el grado de responsabilidad humana en la intensificación y frecuencia de estos eventos.
Entre los hallazgos destaca que el número de días con calor extremo en la superficie oceánica se ha triplicado en las últimas ocho décadas, y la intensidad media de estos eventos ha aumentado en 1 °C.
“Los veranos de 2021 a 2023 fueron excepcionalmente cálidos en aguas del Mediterráneo y las islas británicas, con incrementos superiores a 2 °C anuales atribuibles al calentamiento global”, subraya Marcos. Casos similares se documentaron en el noreste del Pacífico (2014-2015) y en el mar de Tasmania (2015-2016).
Impactos desiguales según la región
El estudio también reveló una distribución geográfica heterogénea del fenómeno. En zonas ecuatoriales y tropicales del Pacífico oriental y del Atlántico oriental, las olas de calor marinas son más frecuentes pero no necesariamente más intensas. En cambio, en el Atlántico norte, el Pacífico norte y el mar Báltico, las olas de calor no son más persistentes, pero sí mucho más intensas y perjudiciales.
Estos eventos tienen impactos significativos en la adaptación de los ecosistemas marinos, que deben responder a una combinación de mayor intensidad térmica y duración prolongada.
Los autores destacan que su modelo puede usarse a nivel local y regional para anticipar amenazas climáticas y ayudar a diseñar estrategias de adaptación y mitigación frente al cambio climático, especialmente en regiones vulnerables.