6 de February de 2025 New York

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El iceberg más grande del mundo, A23a, se libera y avanza hacia el Atlántico Sur

El megaiceberg A23a, considerado el más grande y antiguo del mundo, ha comenzado a desplazarse nuevamente tras más de 30 años varado en el lecho marino cerca de las Islas Orcadas del Sur, según informó el British Antarctic Survey (BAS). Este gigante, con una superficie de 3,600 kilómetros cuadrados —equivalente al doble del área metropolitana de Londres— y un peso cercano a mil millones de toneladas, está a la deriva en el océano Antártico y se dirige hacia el Atlántico Sur.

Imágenes satelitales recientes muestran que el iceberg, cuyas placas de hielo alcanzan los 400 metros de grosor, se ha liberado de su posición tras un periodo de estancamiento en el que estuvo atrapado por un fenómeno oceanográfico conocido como Columna de Taylor. Este efecto, que ocurre cuando el agua en rotación atrapa objetos en su superficie, mantuvo al A23a girando sobre un punto y retrasó su viaje hacia el norte.

El iceberg se desprendió originalmente de la plataforma de hielo Filchner, en la Antártida, en 1986, formando parte de un bloque mayor que se fracturó en tres piezas. Desde entonces, los científicos han seguido de cerca su evolución.

Se prevé que el A23a continuará su trayectoria impulsado por la Corriente Circumpolar Antártica, que lo llevará hacia la isla de Georgia del Sur. Allí, al encontrarse con aguas más cálidas, se espera que el iceberg se fragmente en trozos más pequeños y finalmente se derrita.

El oceanógrafo Andrew Meijers, del BAS, destacó la importancia de este evento:

«Es emocionante ver al A23a de nuevo en movimiento tras largos periodos estancado. Nos interesa observar si tomará rutas similares a las de otros grandes icebergs desprendidos de la Antártida y, sobre todo, analizar su impacto en el ecosistema local.»

Científicos del BAS continúan monitoreando el iceberg y su recorrido, mientras evalúan su influencia en las corrientes oceánicas y el equilibrio de carbono en la región. Su desintegración podría proporcionar nutrientes al océano, fomentando ecosistemas prósperos en su entorno, aunque también representa un recordatorio de los cambios dinámicos en los glaciares de la Antártida y sus posibles repercusiones globales.

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